Este 11 de marzo se celebra por decimosexta ocasión, el Día Europeo en memoria de las Víctimas del Terrorismo, propuesto en 2004 por el parlamento europeo, tras los atentados en los trenes de cercanía de Madrid, donde murieron 193 personas y cerca de mil resultaron heridas. Aprobado por el Consejo de Europa, este día para el recuerdo de las víctimas se celebra ininterrumpidamente desde 2005.
Es justo reconocer que en los últimos tres lustros en Europa se han adoptado diferentes medidas para plantar cara al terrorismo, entre ellas: el reforzamiento del marco jurídico europeo con la tipificación penal de actos como el adiestramiento o el viaje con fines terroristas, la organización o facilitación de este tipo de viajes y la aportación o recaudación de fondos en relación con grupos o actividades terroristas; el refuerzo en los controles de las fronteras exteriores; el incremento del intercambio de información entre los Estados miembros y la directiva de 2017 sobre el control de la adquisición y tenencia de armas.
Sin embargo, en estos años, lejos de desaparecer, el terrorismo no ha dejado de crecer, no sólo en Europa, sino también en el mundo. Es un fenómeno complejo, con muchos rostros y muy diversas motivaciones ideológicas y políticas, pero todas con el mismo fundamento: el irrespeto al sagrado derecho a la vida.
Es una lucha inagotable, que únicamente ganaremos si alzamos una y otra vez nuestras voces y unimos sin fisura alguna nuestros esfuerzos por la deslegitimación total del terrorismo y de la violencia a nivel de toda la sociedad.
Como bien ha expresado la Unión Europea: «No podemos dejar que el miedo nos divida, pues eso es precisamente lo que buscan los autores de los atentados. La única manera de superar la amenaza del terrorismo es trabajar juntos y recordar los valores y los vínculos que nos unen».
Quienes hemos sufrido en carne propia el horror del terrorismo, la muerte, las heridas, y la destrucción de familias enteras, sentimos hoy más que nunca el peso de ese deber. Alzar nuestra voz y contar nuestra historia es el arma más eficaz y a la vez nuestro mejor aporte a una sociedad a la que tanto hemos entregado.
Y es un buen día para recordarlo: el mejor antídoto contra el terrorismo, al menos contra el terrorismo de carácter nacionalista interno, como el sufrido durante más de 50 años en España bajo el signo del terror implantado por los mesiánicos asesinos de ETA, es defender el verdadero relato de la historia vivida. Decir una y otra vez que en esa historia hubo asesinos y hubo víctimas y que NO vale la equiparación y la equidistancia. NO hubo ningún conflicto ni ningún tipo de justificación: sólo niños jugando en un patio de una casa cuartel segundos antes de que una bomba asesina les estallara; personas cuyo único pecado era cumplir con su trabajo, recibiendo un tiro en la nuca; madres de repente sin sus muy jóvenes hijos, esposas convertidas abruptamente en viudas, y varias generaciones de niñas y niños huérfanos por la sangrienta ceguera de unos asesinos que cosificaban a las personas y no tenían el menor respeto por la vida.
Absolutamente NADA, ninguna idea, ningún proyecto de ningún tipo, justifica el asesinato, NO hay coartadas que valgan, porque la vida es el mayor de los derechos humanos. Si eso no se graba en el ADN de nuestra sociedad, corremos el riesgo de repetir la historia.
Tras casi un cuarto de siglo de trabajo, la Asociación Andaluza Víctimas del Terrorismo sigue luchando no sólo por el mayor bienestar posible para tantas modestas familias de nuestra región devastadas por la atrocidad terrorista, sino también por enarbolar nuestra verdad y ser la poderosa voz de quienes ya no tienen voz, para que su sacrificio y el sufrimiento de tantas y tantas familias no haya sido en vano.
Seguiremos mirando hacia adelante con optimismo y fuerza, pero nunca dejaremos de luchar contra el terrorismo. Hoy y siempre defenderemos la memoria, la verdad y la justicia.
Unidos no sólo somos más, sino también mejores. Adelante contra el terror. ¡Siempre al lado de la vida!