CARTA DEL PRESIDENTE

Queridos amigas y amigos:

El 2022 cierra sus puertas para dar paso a un nuevo ciclo vital, a otras 365 oportunidades para sentirnos y ser mejores como seres humanos, en tiempos duros pero a la vez hermosos. Por eso, mi primer mensaje es de aliento, de exhortación a avanzar en la búsqueda de nuestro bienestar y el de nuestras familias y también en el mayor aporte que podemos entregar a la sociedad y a las nuevas generaciones: el esfuerzo incansable por desenmascarar y deslegitimar el terrorismo, en cualesquiera de sus formas.

No hay un terrorismo bueno y otro malo. No hay una violencia justificada y otra repudiable. La violencia contra nuestro prójimo, próximo o lejano, sean cuales sean sus ideas, creencias o visión del mundo, solo conduce al sufrimiento estéril y a la destrucción de la democracia y la convivencia pacífica y plural, único escenario donde pueden florecer la iniciativa, la prosperidad, el amor y la verdadera humanidad que nos habita. La historia así lo demuestra. Nuestra vida, nuestra historia, lo demuestran con particular rotundidad.

Por fin, en este 2022 la gran familia de la asociación andaluza ha podido reencontrarse en nuestras XX Jornadas, que este año realizamos en la vital y maravillosa ciudad de Granada, tras dos años sin reunirnos. Lamentablemente, por una inoportuna e intensa gripe, esta vez no pude estar presente. Pero, como siempre he dicho, en esta asociación todos somos presidentes. Nuevamente, las jornadas fueron un éxito, tanto por la calidad de las conferencias, como por la oportunidad de intercambiar, abrazarnos, comunicarnos.

Siempre hemos afirmado que juntos no solo somos más, sino también mejores. Es la unidad, la participación, el salir del cascarón individual y cómodo para compartir y vivir juntos, lo que nos fortalece, incluso cuando implique cierto esfuerzo y suponga abrirnos a ideas diferentes y a diversas formas de enfrentar la realidad de lo vivido.

En la Asociación Andaluza Víctimas del Terrorismo no paramos de trabajar por todas las víctimas de nuestra querida tierra y también, en lo posible, por todo el colectivo en cada rincón de España. Nuestra historia no se escribirá sola. Necesitamos aportar nuestra voz, nuestro testimonio. Porque un día no estaremos, pero nuestro triunfo definitivo sobre los terroristas será sembrar nuestro testimonio en la historia, dejarlo como un legado inderrotable y lúcido para las nuevas generaciones.

Para decirlo con unos versos del gran poeta estadounidense del siglo XIX, Walt Whitman, os animo a seguir participando y a ofrecer vuestro testimonio, vuestra «canción de la garganta sangrante/ Canción de vida que mana de la muerte, pues sé muy bien, querido hermano/Que si no te fuese dado cantar, sin duda morirías».

Que nuestra voz no muera nunca. Que nuestra vida, nuestra historia, queden para el futuro: en las páginas de nuestra querida Andalupaz, en los proyectos y actividades de nuestra asociación, en el relato veraz y perseverante que solamente nosotros podemos construir.